dilluns, 14 de març del 2011

32

Echarte de menos como una loca cuando no estás y odiarte hasta el desquicio cuando te tengo al lado. Tranquilo, no te asustes, me pasa con mucha gente últimamente. No, yo tampoco lo entiendo, pero es en lo que me he convertido desde que me puse el vestido marrón, desde que la pantalla me sugirió tu nombre y desde que el resto pasó a ser historia. No soy capaz de descifrar a qué viene todo esto, aunque tampoco me esfuerzo mucho. Supongo que estoy demasiado ocupada pensando en lo bien que te sienta el verde y en lo mal que disimulas cuando sé que te lo has puesto para mí. Estás a tan solo dos letras de distancia, te alcanzo en ocho segundos cuando entras por la puerta de ese sitio que tantas noches nos ha tenido que soportar y te mentiría si dijese que no me encanta esperarte en el número 32 de tu calle. Ya ves, me cuesta menos de lo que crees decir cosas bonitas, aunque ya sabes cómo soy: por cada una de cal, doy cuatro de arena. ¿A qué cojones has venido? Fíjate en qué letra he empezado el texto, joder. Y todo por tu culpa.

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